Aunque la palabra moderna solidaridad no aparece en los evangelios, éstos pueden considerarse, sin lugar a dudas, una constante invitación a su práctica, como expresión de amor universal sin barreras de ningún tipo. La palabra más próxima a ésta, porque la supone y la incluye, es agapê que aparece 116 veces en el Nuevo Testamento (de las que sólo nueve en los evangelios). Con ésta se indica en el amor que proviene o tiene por objeto a Dios, o al hombre en cumplimiento del precepto divino: “Amarás a Dios... y al prójimo como a tí
mismo” (Lc 10, 27)[1].
El principio de solidaridad se formula claramente en Mt 7,12.texto denominado “regla de oro”, donde Jesús resume el Antiguo Testamento con esta frase: “Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas”. Jesús invita a ser solidario, o lo que es igual, a ponerse en el lugar del otro, como si fuera uno mismo, haciendo con él lo que uno desearía que le hicieran. Para ello hay que renunciar al egocentrismo; cada uno ha de considerar que los demás tienen con él un destino común, y, que, por tanto, merecen su atención e interés.
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