La Iglesia anuncia a los no creyentes el mensaje de la salvación y a los creyentes se le debe predicar de continuo la fe y la penitencia, prepararlos además para los Sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto pidió Cristo y moverlos a todas obras de caridad, de piedad y de apostolado.
El Laico, todos nosotros, debemos participar activamente en esta Misión. Cada persona es singular, es especial, para llevar la evangelización. Don Julián lo hace de una forma, Doña Juana de otra, cada uno de los Cristianos tenemos una misión específica, propia, en el hogar, en el trabajo, el agricultor en su misma actividad, el Doctor en el hospital o sanatorio.
Dejar de ser meros observadores criticones. Criticamos las falencias de la Iglesia, por ejemplo, que no hay coro o que el coro canta mal, que el lector lee mal, que la Iglesia está sucia, que faltan flores, etc. Asumamos nuestro papel, para criticar somos los primeros, ¡y si nosotros podemos hacerlo mejor, porque no lo hacemos!